Si nos pusieran una lista de valores y nos preguntaran con cuáles nos identificamos o cuáles son los que nos mueven en esta vida, seguro que más o menos todos tendríamos claros “los nuestros”. Y es que cada uno tiene marcado un criterio aproximado de valoración sobre aquello que considera importante o lo que le hace sentirse bien.
En Coaching contamos con una lista de valores entre los que encontramos el respeto, la seguridad, la amistad, la justicia, el amor, el éxito, la comodidad, el reconocimiento, la privacidad, la lealtad, el poder, la tolerancia, la honestidad, la familia, la inteligencia, etc. y que a menudo tenemos que trabajar con nuestros clientes por distintas circunstancias.
Si nos dijesen que entre una lista infinita de valores escogiésemos 10, fácilmente los elegiríamos. Si nos pidiesen 5, probablemente también fuese fácil. Pero si nos hiciesen escoger los 3 más importantes, aquellos por los que nos movemos y que para nosotros son importantes, nos supondría un mayor esfuerzo porque deberíamos desechar 2 para quedarnos únicamente con esos más primordiales.
Y es que vivimos en una sociedad en que nuestros valores parecen inquebrantables e inmutables para el resto de nuestros días, y que además son nuestros y de nadie más y que muchas veces manifestamos pero no predicamos con el ejemplo. Eso sí, nos guste o no, se reflejan en nuestro comportamiento tanto si los respetamos como si los quebrantamos.
¿Os habéis cruzado con alguien que hable de la importancia del respeto y de que le respeten pero es el primero que se salta su propio valor personal y no respeta a la persona que tiene al lado o al camarero que le pregunta ‘qué quiere tomar’? ¿Conocéis a alguien que hable de tolerancia y después sea quien critique a otras razas o preferencias sexuales? ¿Conocéis a alguien que continuamente os hable de lo sincero que es y un buen día descubrís que os ha mentido o le observáis mientras lo hace a otra persona? Está a la orden del día que los valores de uno mismo se utilicen en beneficio propio y cuando a uno le interese.
Otro caso se da con aquellos que han quebrantado involuntariamente o no, o por estar sometidos a algún tipo de presión o porque las circunstancias así lo han propiciado, algunos de sus valores y/o reglas que tenían marcadas como válidas en su vida. Es decir, ¿alguno de vosotros ha oído alguna vez el “Yo nunca haré esto”, “yo sería incapaz de…” o “yo de este agua no beberé”? Y es que para algo está el dicho “nunca digas nunca jamás”, porque las circunstancias, la presión, el miedo o cualquier otra razón pueden hacer incumplir nuestros valores personales, aquellos que rigen nuestra conducta y comportamientos.
¿Cuán firme son al final nuestros valores? ¿Realmente dirigen nuestras vidas o los utilizamos a nuestro antojo? ¿Qué es mejor, que seamos rigurosos con ellos o que seamos flexibles?
Es importante ser coherentes con nuestros valores y que los desempeñemos en consecuencia, pero no olvidemos que a nuestro alrededor todo cambia constantemente, que nosotros mismos también nos desarrollamos y que nuestras circunstancias también varían, por lo tanto si nuestros valores cambian o simplemente sufren variaciones en su orden de prioridad, no pasa nada, forma parte de nuestra evolución como ser humano.
Reflexiona y se consecuente con tus valores, pero no los esculpas en mármol porque quizás algún día tengas que luchar contra ellos.
Muy bueno Núria… me ha encantado eso de que hay que ser consecuente, pero tampoco esculpirlos en mármol.
Nos puedes dar algún consejo para “identificar” cuáles son, de facto y en realidad, los valores que realmente rigen nuestro comportamiento? Una cosa es lo que nos han grabado a fuego en casa, en el colegio… etc, y que yo creo que a veces lo repetimos como papagayos, pensamos que son nuestros valores porque siempre lo han sido, porque así nos lo han enseñado y lo damos por supuesto. Pero la trayectoria de cada uno, las distintas experiencias que hemos tenido, los sitios en los que hemos vivido y las personas que hemos conocido (en definitiva, la historia personal) pueden hacer que algunos valores que antaño eran “sagrados” se queden obsoletos. Con toda seguridad habrán sido sustitutidos por valores nuevos, igual de válidos e incluso más válidos para nuestras vidas actuales. Definir los nuestros propios es escribir nuestra historia y nuestra identidad (y por lo tanto una pasada), pero también puede ser un reto descubrir qué es eso que tanto nos importa y ser capaces de definirlo, para concernos mejor y saber quienes somos.
Cris, muchas gracias por tu comentario y por la reflexión que realizas.
En cuanto a identificar cuáles son los valores que rigen nuestro comportamiento, decirte que cada uno tenemos los nuestros y estos responden a la suma de lo que nos han educado en casa, en el colegio, etc. pero también a la suma de nuestra porpia experiencia, como bien tu llamas, nuestra “historia personal”.
En los últimos 30 años (e incluso bastantes más) han cambiado muchas cosas y no sólo son importantes los cambios sino muchas veces la velocidad a la que se dan. Es por ello que debemos poder adaptanos a esos cambios y también saber adaptar nuestros valores, al menos los que quedan obsoletos a nuestras nuevas situaciones.
Eso no significa que debemos cambiar nuestros valores en cada etapa de nuestra vida pero sí pensar en ellos, evaluarlos y definirlos de nuevo. Entonces decidiremos si seguimos con los que todavía nos resultan válidos o bien, los reciclamos, desarrollamos o modificamos.
Nada más cierto que los valores estan para dar forma y estructura a las personas. Curiosamente ninguna persona somo iguales y nuestra forma cambia en el transcurso del tiempo. Entonces….. ¿si cambiamos y crecemos? ¿que nos hace quedarnos con los valores que me enseñaron? ¿que nos hace rocosos y poco maneables.?
Nosotros mismos y nada más que nosotros mismos, el tiempo pasa las cosas suceden y nuestra es la decisión de adaptarnos, y adaptar los valores.
Gracias Nuria por tus palabras.
Jesús, gracias por tu reflexión.
Totalmente de acuerdo contigo:” el tiempo pasa, las cosas suceden y nuestra es la decisión de adaptarnos y adaptar los valores”.
Creo que los valores los tenemos dentro y por supuesto que hacen parte de nuestra educación. Los fracasos,la experiencia y la maduración nos hace crecer como personas y con
esto añadimos y mejoramos nuestros valores .Siempre hay que ser flexibles , depende del caso,pero si el valor que tenga adquirido bien sea por educación ,por experiencia o por la maduración no encaja a la situación que vivo,no tengo ninguna duda en adaptar un valor que me haga sentir y estar bien conmigo misma, la vida es un aprendizaje constante!!
Gracias.
Toda la razón, Claudia.
Muchas gracias por tu aportación!